¿Alguna vez has atendido un concierto de una orquesta sinfónica en vivo?
Siempre me ha parecido sorprendente la capacidad del Director para coordinar cada segundo de la pieza entonada, su capacidad para llevar el control de cuándo empieza y cuándo termina la participación de cada instrumento y su capacidad para sincronizar tantos sonidos que individualmente parecieran solo «ruido» pero que, tocados en el tiempo correcto, forman una pieza de arte.
Tu vida es una orquesta, y dentro del libre albedrío tú decides quién la dirige. Sin embargo, a pesar de tus pobres intentos por dirigirla tú mismo, eventualmente concluirás (lo quieras admitir o no) que Dios es por excelencia el mejor Director. Su omnisciencia le hace experto en saber cuándo «algo» o «alguien» debe empezar y/o terminar en tu vida. Él es experto en sincronizar personas, situaciones y eventos los cuales, vistos por separado, parecen «inconvenientes» en su momento o parecen ser «casualidades de la vida», pero que al unirse hacen de tu vida una linda sinfonía, la cual solamente tiene sentido si todas sus partes son orquestadas en el momento correcto.
¿Piensas que Dios se está tardando demasiado en darte una respuesta a eso que has estado pensando todos estos días (meses o años)? ¿O quizá piensas que la respuesta vino tan rápido que te tomó por sorpresa y aún estás adaptándote a ese cambio que significó en tu vida? Independientemente tu caso sea el primero o el segundo, si has genuinamente entregado tu vida a Cristo y vives constantemente tratando de cumplir Su voluntad, no tienes de qué preocuparte, pues aunque en este momento, esa situación que vives pareciera solo «ruido», luego de un tiempo, combinado junto con las circunstancias previas y las que faltan por incorporarse, verás que Dios meticulosamente estaba preparando una pieza de arte. Y hay algo que caracteriza a las piezas de arte: hacen al compositor famoso.
Igualmente tu vida tiene el propósito de hacer a Dios famoso. No se trata de tí, se trata de Él.
“Pues si vivimos, para el Señor vivimos, y si morimos, para el Señor morimos…”
Romanos 14:8
“Pero yo, oh SEÑOR, en Ti confío. En tus manos están mis tiempos…”
Salmos 31:14-15
“Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo:”
Eclesiastés 3:1